Rumiando miseria

Abro y cierro los ojos repetidas veces. Supino en el pasto, deslizo la mirada a ras de suelo, entre las delgadas sábanas de neblina, tendidas sobre la llanura por la mano dorada del sol. Observo las minúsculas gotas de rocío alimentando los hilos de hierba y las flores.

Si yo fuera vaca, mi existencia, ajena a cualquier tipo de trascendencia, consistiría en pastar y rumiar plácidamente. Si yo fuera vaca, todo sería mucho más fácil. Me quedo flotando en la tenue, niebla matutina, hasta que el zumbido de una mosca crispa mi pachorra.

Me pongo rígido. En este mundo, hay millones de personas reducidas a una condición parecida por la pobreza. Por un instante, intento consolarme con que, en el fondo, esas personas deben ser más felices.

Me pregunto entonces si renunciaría a la posibilidad de elegir en nombre de esa felicidad y me siento hipócrita. El mundo necesita manadas de vacas pastando y rumiando miseria, sin levantar cabeza. Sólo para que algunos podamos ser libres.  

 

Nota para el lector

Al poner algo de orden en el entretecho, los textos han sido guardados en cajas apiladas desde abajo hacia arriba, en el siguiente orden: 

  • La isla azul 
  • Retrato de familia
  • Álbum de fotos
  • Mitos urbanos
  • Los cachureos
  • Patagonia
  • Océano

La pila de trastos está justo acá abajo. Te invito a buscar y desempolvar...

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