Salitre

El aire hierve sobre el asfalto. Formas y colores danzan frenéticamente a ras de suelo, al compás aleatorio de las turbulencias atmosféricas.

Sin razón, paro el auto y me bajo.

Es mediodía en el desierto.

Unas plumas sobresalen del asfalto, temblando bajo una brisa imperceptible, demasiado débil para llevárselas de vuelta al cielo.

No existe imagen más improbable, más desgarradora, más paradójica que un pájaro aplastado en el pavimento de una carretera. Que un ser iluminado por el don divino del vuelo sucumba a una máquina condenada a rodar por el asfalto es simplemente antinatural. No hay razón ni consuelo.

Es mediodía en el desierto.

Un ejército invisible sale a marchar por los cementerios abandonados. Cientos de almas, historias, amores y odios, esperanzas y lágrimas, golpean la costra de salitre al compás de los rayos del sol.

Crujen las cruces de madera bajo una brisa imperceptible.

Rebequita, la única pintada de rosado, no ha tenido tiempo. Que una flor se convierta en polvo antes de haber abierto sus pétalos es simplemente antinatural.

Sin razón ni consuelo, retomo la carretera.

Nota para el lector

Al poner algo de orden en el entretecho, los textos han sido guardados en cajas apiladas desde abajo hacia arriba, en el siguiente orden: 

  • La isla azul 
  • Retrato de familia
  • Álbum de fotos
  • Mitos urbanos
  • Los cachureos
  • Patagonia
  • Océano

La pila de trastos está justo acá abajo. Te invito a buscar y desempolvar...

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