Su Majestad del aire

Por el murallón inexpugnable de tu fortaleza, trepa, temerario y paciente, un minúsculo ser humano. Exhausto, introduce sus manos en una cavidad providencial ofrecida por la pared.

Apoya sus dedos torpes, temblorosos, buscando agarre, luchando desesperadamente contra la fuerza de gravedad. Y, sin querer, perturba tu morada.

Extiendes tu cuello arrugado, asomas tu cabeza pelada sosteniendo la pequeña corona.

Incrédulo, observas al minúsculo hombre en su penoso avanzar y te preguntas qué estará buscando ahí arriba. Examinas  las toscas herramientas que utiliza para vencer su miserable condición de animal terrestre: unos fierros y una cuerda. Quieres preguntarle: “¿Acaso vale la pena tanto luchar por algo que jamás te pertenecerá?”

Sus ojos te contestan con terror. Sus extremidades desplumadas, nada pueden con tu elemento natural. Unos picotazos bien dados y el banquete de hoy está servido. No obstante, decides perdonarle la vida.

Se despliegan tus majestuosas alas, para acariciar la esencia etérea de tu reino.

Y el minúsculo hombre vuela contigo hasta la cumbre más alta.  

 

Nota para el lector

Al poner algo de orden en el entretecho, los textos han sido guardados en cajas apiladas desde abajo hacia arriba, en el siguiente orden: 

  • La isla azul 
  • Retrato de familia
  • Álbum de fotos
  • Mitos urbanos
  • Los cachureos
  • Patagonia
  • Océano

La pila de trastos está justo acá abajo. Te invito a buscar y desempolvar...

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